Recuerdo de Miguel Cabrera Mancha en nombre de la Residencia Claret Sevilla
Del Padre Don Antonio Morcillo, Claretiano.
Nació en Moratalla (Murcia) en 1930 y falleció en Granada el once de enero de 2018, tras varios problemas de salud en los últimos años. En el último mes ha estado hospitalizado a consecuencia de una insuficiencia cardiaca y una fuerte anemia.
El Padre Antonio había cursado la carrera de Magisterio en Murcia terminando en 1940. En 1955 realizó el postulantado canónico, en 1964 termina los estudios de Teología en el Teologado Claretiano de Salamanca y en 1965 obtiene el Diplomado en Teología Pastoral en Madrid.
Ha tenido los siguientes destinos, cargos y actividades:
AÑOS | LUGARES | CARGOS Y ACTIVIDADES |
1965-1966 | Las Palmas | Profesor |
1966-1968 | Almendralejo | Ecónomo. Consultor. Profesor |
1968-1971 | Málaga | Coadjutor de la Parroquia. Consultor |
1971-1977 | Las Palmas- Rabadán | Superior del ‘74 al ‘77, Parroquia |
1977-1978 | Madrid-Sil | Estudios |
1978-1986 | Zárate (Argentina) | Superior, Párroco |
1986-1994 | Humahuaca (Argentina) | Servicio de la palabra |
1994-1995 | Madrid-Sil | Año Sabático |
1995-1996 | Sevilla-Claret | Vicario Parroquial |
1996-2013 | Las Palmas-Rabadán | Vicario Parroquial |
2013-2015 | Sevilla-Curia | Ministerios |
2015-2018 | Granada | Grupo Asistencial |
Conocí al Padre Antonio Morcillo al ingresar en la Residencia de Mayores Claret de Sevilla a principios de Octubre de 2014. Estaba como un residente más tras haber vivido la extensa actividad que he relatado, y su condición de residente se debía a un serio problema producido por la diabetes que le tenía, a veces, semi-postrado, aunque valiente y trabajador la mayor parte del día, ya fuera para acudir a explicar el evangelio durante el tiempo de terapia de la mañana, ya fuera para acudir a visitar a los enfermos o bien a la tertulia en la cafetería a la hora del aperitivo, o ya fuera para hacer gimnasia, caminar por la sala de terapia, pedalear o ejercitar los miembros superiores con el juego de poleas.
Y todo ello combinado con la cacharrería de su habitación: ordenador personal, libros, revistas y la continua apertura de la puerta de su habitación para que cualquiera pudiera detenerse a parlamentar con él. Y todo ello a la espera de una operación de trasplante en la piel de los pies que eliminara los dolores que las llagas le producían.
Pues bien, entre toda esa actividad, mi relación con él tuvo desde entonces una faceta nueva, en la que también intervino Alfredo González y de este modo organizamos un trío, el Padre Antonio, Alfredo y yo con el grado de Alférez del Ejército. En virtud de lo que en su día existió para cumplir con la obligación militar de entonces; la “Milicia Universitaria”. El Padre Antonio había pasado primero por el campamento de Monte Jaque para obtener el grado de alférez, de acuerdo con sus estudios de Magisterio, Alfredo por el campamento de Monte La Reina, con el mismo objetivo por sus estudios de Veterinaria. Y yo, por la Forestal de Rota, por estudios de Ingeniería Industrial. En los tres casos para rematar de alférez en Ceuta, La Coruña y Ceuta respectivamente. Es decir, el Padre hizo las prácticas en el Regimiento de Regulares en Ceuta, Alfredo en Infantería de La Coruña y yo en la Artillería de Costa de Ceuta.
Esta vivencia militar nos traía en la Residencia continuamente motivos de conversación, recuerdos, etc., de tal guisa que al vernos en gimnasia nos salía sin pensarlo el “a sus órdenes mi Alférez”.
Al Padre Antonio le operaron en Sevilla de los pies y pronto empezó a restablecerse. Había yo captado la profunda religiosidad que anidaba en algunas de sus frases y me atreví a pedirle que nos proporcionara algunas reflexiones y él ni corto ni perezoso nos brindó una hermosísima reflexión que titulaba “Con Motivo de mis 50 años de sacerdote”.
Es una reflexión, casi teológica, que tenía muy bien pensada y estructurada y que me entregó una vez que la había tecleado en su ordenador. Con el permiso del Padre Antonio edité la reflexión a través del ordenador del compañero Antonio Ager y desde entonces sigue en mi poder. Como hablamos sobre el contenido, un día me comunicó que había consultado la misma con un teólogo y estaba muy satisfecho de su trabajo que podríamos denominar “DOS FUERZAS LOCAS QUE CONFORMAN EL AMOR”.
Esta reflexión que me entregó y que ahora es el motivo principal para recordarle siempre, la compartí con algunos compañeros y ahora es el mejor momento de unir a nuestro aprecio por lo mucho que el Padre Antonio amó a esta Residencia; con su presencia y su palabra siempre de buen talante y afectiva que llegaba siempre a todos. ¡Descanse en paz!
La reflexión con motivo de los 50 años de sacerdote que nos deja como herencia el Padre Antonio dice así: